EL
ACTOR ESTADOUNIDENSE ROBIN WILLIAMS FALLECE A LOS 63 AÑOS
AUTORIDADES
INFORMAN QUE PUDO TRATARSE DE UN SUICIDIO
La última vez que se vio a Robin Williams fue la noche del
domingo.
La última vez que se vio a Robin Williams fue la noche del domingo. Foto: Facebook. |
El actor de
Hollywood, Robin Williams, murió hoy a los 63 años de edad, informó la policía
del Condado de Marin, California. El comediante, ganador del Oscar, fue
encontrado a las 11:55 horas de este lunes en su casa de la localidad de
Tiburon, al norte de California, luego de una llamada telefónica al 911 donde
se reportó que un adulto de sexo masculino había sido localizado inconsciente y
sin respirar.
Tanto personal de emergencia como elementos de la policía y
del Departamento de Bomberos de Tiburon fueron enviados al domicilio del actor.
La Comisaría del condado de Marin en California informó que investiga un
posible caso de suicidio. Variety planteó que, según la oficina del forense de
Tiburon, la causa de la muerte habría sido un suicidio a través de la asfixia.
Su publicista Mara Buxbaum dijo que el actor había estado
luchando contra la depresión en los últimos tiempos. “Esta es una pérdida
trágica y repentina”, expuso en un comunicado. “La familia pide respeto a su
intimidad ya que se lamentan durante este momento tan difícil”.
Williams es conocido por sus papeles cómicos y dramáticos en
películas como Jumanji y Good Will Hunting por la que ganó como Mejor Actor de
Reparto en 1997. Además, ganó varios premios Emmy y Globos de Oro. La carrera
cinematográfica de Williams fue sustentada por los papeles de televisión, incluyendo
su papel estelar en la comedia de la ABC, Mork y Mindy. La última vez que se
vio al actor con vida fue en su casa la noche del domingo.
Su cadáver será examinado el martes por el forense, quien
también encargará las pertinentes pruebas toxicológicas, según confirmó la
oficina del alguacil. Su esposa Susan Schneider también emitió un comunicado en
el que afirma que: ”Esta mañana perdí a mi esposo y a mi mejor amigo y el mundo
a uno de sus actores más queridos y a una de las personas más amables. Mi corazón
está totalmente destruido”.
Williams fue considerado entre los más grandes exponentes de
la comedia estadounidense. Su carrera en la comedia la inició en 1974 en un
episodio en la serie Happy days, con el papel de “Mork” y fue de tal éxito que
cuatro años después el personaje tuvo su programa en Mork and Mindy. Tuvo
notables protagónicos en cintas como The World According to Garp, Mrs.
Doubtfire, Awakenings, La sociedad de los poetas muertos, Insomnia y One-Hour
Photo. El ganador de cuatro premios Emmy también apareció en Moscow on the
Hudson, Hook, Patch Adams, Flubber, Toys y Jumanji. Su más reciente programa de
comedia fue The crazy ones para la CBS y terminó de filmar
UNA NOCHE EN EL MUSEO:
El secreto de la
tumba, que se estrenará en diciembre de este año. EL PAYASO MÁS TRISTE Hizo
reír a varias generaciones con Mrs Doubtfire, soñar con Dead Poets Society y
fue “el genio más genial” en Aladdin, pero Robin Williams siempre arrastró un
aire de amargura que de Good Morning Vietnam a Good Will Hunting, con la que
ganó el Óscar, dibujó al payaso más triste de Hollywood. El fallecido actor
Christopher Reeve contó una vez que la primera persona que le había hecho reír
tras quedar parapléjico al caerse de un caballo había sido Robin Williams.
Habían sido compañeros de estudios de interpretación en la
Julliard School y amigos durante toda la vida. Cuando estaba todavía ingresado
en el hospital, Williams se hizo pasar por un doctor ruso que quería
practicarle una colonoscopia. Ese era el terreno del actor: la risa para
ocultar el llanto y hoy los rumores de suicidio se ciernen de manera terrible
sobre la muerte de uno de los grandes cómicos de Hollywood. Williams, nacido en
Chicago en 1951, había combinado desde bien joven un genio irresistible y una
verborrea sin igual con una vida personal plagada de debilidades.
Antes de saltar a la interpretación había empezado a
estudiar Ciencias Políticas, una inquietud comprometida que nunca le abandonó
en sus ácidas comparecencias públicas, como cuando en el Festival de Berlín
presentó The Final Cut, uno de sus filmes más oscuros, y disparó una rueda de
prensa en la que dijo “no sé qué hacemos buscando armas químicas en Irak cuando
sería más fácil mirar en los albaranes del Pentágono”.
Y antes de llegar a la fama, que se fraguó en la televisión
con series como Happy Days y, sobre todo, Mork & Mindy en la segunda mitad
de los setenta, ya había coqueteado peligrosamente con la cocaína, que
compartió con otro amigo suyo malogrado, John Belushi. “La cocaína es la manera
que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero”, decía con
ironía. El cine tardó más en darle la bienvenida, pero fue a lo grande con Good
Morning Vietnam, de Barry Levinson, que sacó un partido único a su rapidez
verbal, a su ingenio y su capacidad para combinar con una gran sonrisa una
mirada triste. También le supuso su primera nominación al Óscar y abrió su
mejor época profesional y vital, continuada con Dead Poets Society, de Peter
Weir, la película que hará hoy que se levante toda una generación de
adolescentes a despedirle al grito de “Oh, capitán, mi capitán”, pues en ella
encarnó a un heterodoxo profesor que se sale de los temarios y entra en la
materia sensible de la vida.
El trío de ases (y de
nominaciones al Óscar) se redondeó con The Fisher King, de su ídolo cómico,
Terry Gilliam (de los Monty Python), esta vez metido a mágico fabulador. Disney
pensó en él como el único capaz de poner voz al genio de Aladdin, su gigantesco
éxito comercial, y su pericia fue tan bárbara que algunos incluso pidieron una
cuarta nominación al Óscar por un trabajo de doblaje. Como rezaba la canción
que él mismo cantaba en infinitos tonos y voces distintos, no había en el mundo
“un genio tan genial”. Y Steven Spielberg pensó en lo contrario: en darle el
papel de un Peter Pan hastiado y amargado en su vida real y volviendo a Nunca
Jamás para solucionar su insatisfacción.
Era “Hook” y allí
reafirmó su conexión con uno de sus públicos más fieles: el infantil. “Mrs.
Doubfire”, en la que se convirtió en una adorable asistenta británica para
estar más tiempo con sus hijos, le reportó un Globo de Oro y desplegó una
paleta más amplia de talentos si cabía, hasta convertirla en un gran éxito
comercial. Seguirían otros filmes como Jumanji, Patch Adams (no en vano, sobre
la terapia de la risa) o la incomprendida Jack, rareza agridulce de Francis
Ford Coppola. El Óscar, llegó finalmente a la cuarta nominación en 1997, la
primera como secundario, en un papel tan agridulce como él mismo.
El psiquiatra viudo de Good Will Hunting, de Gus Van Sant. Y,
por primera vez, Robin Williams se quedó casi sin palabras al subir al
escenario ante la ovación de toda la profesión. Aunque enseguida se recuperó y
empezó a bromear. Desde entonces, en cambio, nunca volvió a conseguir un gran
papel a la altura de su talento, si bien participó en películas notables como
Insomnia, del ahora idolatrado Christopher Nolan, y volvió a poner comicidad a
éxitos de taquilla como Night at the Museum y su voz a nuevos clásicos de la
animación como Happy Feet.
Así, en 2006 volvió a un centro de rehabilitación tras
reconocer su alcoholismo y en 2009 sufrió problemas cardíacos. Pero nada
parecía indicar que Robin Williams, que seguía más en el corazón del espectador
que en la mente de los productores, se iría así sin más. Se había anunciado una
secuela de Mrs. Doubfire, estaba rodando otra entrega de Night at the Museum y
disfrutaba de un matrimonio todavía corto pero aparentemente estable con Susan
Schneider.
Y es que Williams
también tuvo una vida sentimental algo caótica, a la que sobreviven tres hijos
de sus dos primeros matrimonios. “La vida solo te da una pequeña chispa de
locura. No debes perderla”, dijo en una ocasión.